En una época de epidemia o de pandemia como la que nos toca vivir, uno se da cuenta del valor que damos al medio rural todas las personas, independientemente de ser urbanitas o no.
La aglomeración siempre ha sido sinónimo de insalubridad, de enfermedad. Por eso, cada vez que vemos peligrar nuestra salud, nos acordamos de nuestros pueblos pequeños. No está mal que vengan a nuestro recuerdo y que incluso haya un retorno de población a ellos, poniendo a las claras lo que son: “reservas” de salud.
De hecho, este fenómeno de retorno al campo no es nuevo en la historia. Es algo que se repite a lo largo de los siglos.
Sin ir más lejos, en Vall de Seta tenemos ejemplos de cómo una enfermedad hacía crecer los núcleos más pequeños de población. Para ilustrar esto que decimos, os contaremos una historia. Una historia con final triste: la despoblación.
Durante el siglo XIX y principio del XX, España y Europa vivían con preocupación la extensión de varias epidemias como la de cólera o la de lepra y nuestro territorio no quedó al margen de sus efectos. Es más, por ejemplo, en el caso de la lepra, las provincias más afectadas a principios de siglo XX eran precisamente Valencia, Alicante y Castellón.
A principios del siglo XX, se fundó el Sanatorio de Fontilles, en Vall de Laguar, y todavía hoy sigue en funcionamiento como uno de los centros referentes en Europa y el mundo sobre esta enfermedad.
Fijándonos en la provincia de Alicante, y empleando los datos de La lucha contra la lepra en España, editada por el Ministerio de Gobernación, vemos que su incidencia por municipios fue mayor en la zona norte de la misma. En Vall de Seta, se contabilizaban 6 casos en 1914: 4 en Castell de Castells, 1 en Famorca y otro en Tollos.
Sin duda, esos datos ya mostraban cierto control de la epidemia, pero en décadas anteriores, las cifras eran muy superiores.
Cuando estas epidemias estaban fuera de control, para evitar la propagación entre la población de los pequeños municipios, éstos reaccionaron exactamente igual que hemos hecho ahora: una parte de la población se trasladó a núcleos menores, no afectados, y aislados del núcleo principal de población.
En el caso de Tollos, la población se dividió entre el núcleo principal y el Mas de Baix, a una distancia de 1 km aproximadamente. Este segundo asentamiento todavía hoy es reconocible y está ubicado junto al actual emplazamiento del cementerio municipal. Esa estrategia permitió la supervivencia de esta pequeña comunidad.
Sin embargo, el posterior desarrollo vivido por nuestra sociedad y el éxodo rural que provocó hacia las ciudades, fueron la causa de que, poco a poco, se fuesen abandonando todos los núcleos menores de población (Mas de Baix y Mas de Capaimona en Tollos, pero hay muchos otros ejemplos en la montaña de Alicante).
Esperemos que no vuelva a producirse la misma reacción de progresivo abandono de estas “reservas de salud”. Hay que incidir en que, sin una apuesta decidida por políticas activas de regeneración y repoblación de estos entornos, el “florecimiento” que se vive ahora será efímero y durará lo que dure el miedo a la pandemia.
En cualquier caso, lo que queda claro una y otra vez es que como en los pueblos pequeños de la montaña de Alicante, no se está en ningún sitio 😉